sábado, 4 de junio de 2016

Incertidumbre seductora






Una vez pasado cierto tiempo ya había perdido la confianza de una nueva cita, por lo tanto todo había quedado en una de tantas ilusiones perdidas a lo largo de la vida, tenía buena experiencia en ello y por tanto un espíritu de superación asegurado. Fue una imagen en blanco y negro que cautivó su mirada, la sedujo con tan solo mirarla. Después vinieron algunas palabras bien escritas y redactadas, saludos virtuales, ahí se quedó la cosa. Pero inesperadamente vinieron otras palabras y con las palabras un asomo de complicidad que despertó a una seducción que andaba escondida y esperando salir en cualquier momento oportuno. Quedó la duda del que quiere y desea pero no sabe, ni imagina . La proporción del interés se reduce cuando no hay una respuesta clara pero sí, madurez. Pasado un tiempo prudencial un mensaje inesperado despejó la intriga de un encuentro sin expectativas aunque con ganas. Como en un flash peliculero, apareció con un coche espectacular imposible de aparcar en aquellas calles estrechas. Paró delante de la puerta de su casa. Bajó despacio, sin prisas, ni preocupación de si venía algún coche detrás, en el inicio de una rampa y además junto a curva cerrada. Con una sonrisa seductora, aparentaba mucha serenidad, abrió la puerta trasera, sacó una bolsa de enormes limones y unas ramas de laurel de su propia huerta, le ayudó a abrir la puerta de la calle y se quedó esperando fuera, guardando su lujoso carruaje. La casa en un momento quedó impregnada de perfume campestre, de limón y laurel. En la plaza tomaron un par de cervezas. Como solía hacer ella habitualmente, habló de emociones y vivencias personales. La conversación derivó en problemas de viviendas. Hubiera preferido menos posesiones y más tiempo e iniciativa de proximidad e interés. Hubo algún roce mínimo de manos, agradable, y una complicidad más o menos aparente. El tiempo pasó volando y la intriga de saber si la volvería a ver, quedaba ahí, en  un punto muerto. Cuando llegó a su casa pensó que la austeridad era algo confortable y apacible. y en el estómago sintió un revoloteo de mariposas. El corazón murmuraba latidos de templanza, la mente pensamientos de prudencia y la emoción mucha calma. Lo que alguien puede imaginar y suponer suele estar muy lejos de la supuesta realidad. La intuición prevenía una incertidumbre temporal, pero la intriga en saberlo de momento la mantenía ilusionada, y a estas alturas, solo por esto ya valía la pena.