La prepotencia no es ni más ni menos que un alto grado de ignorancia emocional, una alteración de la personalidad con dosis de insatisfación que como no halla donde canalizarla interiormente, surge un mecanismo incontrolado que se manifiesta al exterior buscando la fragilidad para superarse sin conseguirlo. Generalmente siembra discordia, buscando protagonismo, aunque lo que realmente transmite es una gran inseguridad del que la muestra sin sentimiento de compasión de quienes la rodean, más bien despierta cierto rechazo y aislamiento con quien la padece. La persona prepotente, suele manifestar una actitud controladora obsesiva, jactándose del error ajeno para vanagloriarse de su perfección fictícia. Puede pasar de una adulación en exceso al desprecio absoluto, según se valore, cuestione o ignore su reconocimiento egocéntrico. Ante el conflicto que supone convivir con quien la sufre, la prepotencia, la mejor actitud es la demostración de que es un problema de superación, si el diálogo no se tercia, y la insconsciencia del problema no se resuelve, el aislamiento y la propia fustración encaminaran al prepotente a la oquedad sin sentido ni fondo, o a la reflexión del desacierto en la actitud en si misma, o sea al cambio.
