miércoles, 4 de septiembre de 2024

Dice una amiga de toda la vida, vecina desde niñas que recuerda que un día nos vio a mi hermanastra, aunque teníamos los mismos padres, distintos genes, seguro, nunca se portó como hermana de sangre, la considero la peor enemiga de mi vida, a las antípodas una de la otra, yo, libre autónoma, austera y cuidadora de padres y hermano, ella mantenida por maridos con posibles y vividora de los mismos, sin empatía, quizá como el abuelo putero , ludópata que se jugó su propia casa...seres como el muérdago de los árboles, parásitos que viven a costa de los demás, sin escrúpulos. No nació en la misma casa. Circunstancias familiares hizo que naciera en casa de la abuela materna y yo en la paterna. Nos vio a mi con un cuchillo y ella con una silla defendiéndose. Jamás lo hubiera utilizado. Era pura defensa de un maltrato innato. Los celos hacían que cuando estábamos solas sacara esta maldad que lleva dentro desde que nació. Eso sí, delante de los demás, una mosquita muerta. El peor animal que existe. Lo que hacen las cucarachas cuando aparece la luz, y la aparencia humana, se ponen boca arriba aparentando estar muertas . Me dan mucha pena. Voy despacio, las barro con una escoba con cuidado pero rauda y veloz y las tiro por el balcón ,resucitan de golpe, instinto de supervivencia. No puedo matarlas, me horroriza el ruido en aplastarlas. Tengo la teoría particular en creer que la maldad se paga después de esta vida, que la perversidad se convierte en lo peor y la bondad en lo mejor. O sea, en cucarachas y ratas , la mala gente y en mariposas o aves libres en plena naturaleza la buena gente. Se necesita pensar y creer en una justicia fuera de este mundo, aquí no existe sólo hay que verlo. Tuve una niñez, a parte de este inciso muy buena. Fuí querida por mis padres y sobre todo por la abuela paterna, aunque no sabía leer ni escribir como muchísimas mujeres de la época, tenía una licenciatura en el cuidado, en la cocina un master . Cocinaba en las mejores casas del barrio. Aun la recuerdan algunas vecinas de grandes casas señoriales. Pagaban muy poco pero la querían mucho. Tuve una prima hermana, más hermana que prima y su madre me tenía como una hija. Mi tía Pilar, la mejor de todas las tias. Rebosante de humanidad, humor, sencillez y cariño. En la adolescencia tuve a una buena amiga y sus padres como si fueran los míos, me he sentido muy querida a lo largo de mi vida. Me llevaban a casa de los abuelos, una urbanización con siete piscinas para nosotras solas. Empezaron fiestas en las casas, bailes y chicos y chicas con ganas de gustar, de bailar. Eran tiempos de bailes como único contacto. El primer amor, Manolo, el segundo: Jordi, el tercero Xavier, morenazo con ojos verdes ,y pelo afro, alto, delgado y dulce como la miel, considerado y respetuoso. Un amor que duró algunos estíos. Hasta que vino con una novia de invierno y ahí se acabó la ilusión veraniega de unos cuantos veranos seguidos. Alternamente vinieron las colonias y "esplais" y los amores de monitoras muy queridas que convivíamos en un pueblo mágico de excursiones verdes y muchas amigas adolescentes y noches de estrellas fugaces, lo mismo que la niñez, adolescencia y juventud. Un presagio de vida. Te das cuenta que la vida es tan fugaz que en nada te lleva la madurez, los desengaños, la gente viene y va, hubo una atracción equivoca por narcisistas, algo tendría que aprender y que me ayudarían hacia una soledad presagiada de mi presente. Cada cual en su guarida, como los animales que habitan en la naturaleza. La soledad viene a veces para quedarse, el ruido de los recuerdos y de las ilusiones perdidas te llevan a pensar que todo pasa y todo queda. Y así queda reflejado en algunas canciones y poemas. Hay quien mantiene la eterna juventud y la sobrevive con inquietud para que no se escape jamás, junto a las arrugas, los achaques que con suerte vienen y van . No es mi caso y ahora viene la calma. Con una responsabilidad heredada de mi abuela paterna del cuidado, mi hermano, mis gatitas, y los paseos por el parque cercano y los baños de mar que privilegiadamente la tengo a vista cercana y puedo saborearla día a día. Lo mismo que las salidas de sol. Las amistades han pasado a personas del barrio donde habito, " mi república independiente de Horta, mi barrio y lugar de nacimiento " no necesito ir lejos ni tener mucha gente para ser feliz. Creo que he tenido las personas que he deseado en su momento y vivirlas y saborearlas. Ahora necesito paz, soledad y equilibrio. Ya viví lo mío con una intensidad infinita. No está en la gente ni el tiempo sino en las emociones vividas y en el aprendizaje de volver al amor propio hacia una misma , sin infiltraciones que rompan con el encuentro de la armonía de tu ser y tu esencia..." Perdón, lo siento , te amo, gracias", por lo vivido, lo sufrido y lo aceptado.

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Carmen Melero y Maria LLuisa Sogas

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