El alzheimer le arrebató la memoria, la autonomía y la libertad, pero la ternura y la luz de la mirada resplandecían intactas. Se conocieron en un trayecto corto de una ambulancia colectiva.
Conectaron con la sonrisa y las manos. No fueron necesarias conversaciones complicadas de palabras sin sentido. Después de tres largas horas de espera en el hospital ,el encuentro con aquella mujer de sonrisa cercana le transmitió la paz precisa y la calma justa de un corazón acogedor y una delicadeza exquisita,que le permitió olvidar pena, dolor, tristeza e inhumanidad.
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