sábado, 18 de octubre de 2014

De vuelta a la normalidad

 El primer día que empezó a trabajar, después de un largo tiempo de recuperación seguido  del período vacacional pertinente, se encontró con un conjunto de sonrisas y besos de bienvenida y esto le hizo sentir bien, de hecho era lo que necesitaba y deseaba, acogimiento, proximidad y un poquito de  dedicación, como  cualquier persona humana de naturaleza sensible de alma cercana y sencilla . En uno de sus tantos servicios que hizo durante la mañana relacionados con su trabajo, algo la inquietó y la apenó muy adentro; una niña adolescente que se encontraba en una silla de ruedas, con escaso pelo y un color de tez enfermizo le regaló una sonrisa, era la sonrisa más triste que había visto en su vida. Por un momento conectó con esta imagen impregnándose de un sentimiento de empatía y una tristeza profunda al igual que un sentido de injusticia de la propia vida la invadió. No había creencias ni fe que justificaran el sufrimiento de un niña, en una etapa de descubrimiento donde la ilusión y los sueños deberían ser los protagonista vitales. Al final un instinto de surpervivencia la llevó a otros pensamientos para distraer su fijación y seguir adelante, era imposible quedarse con el sufrimiento ajeno y más en un hospital donde se pasaba largas horas cumpliendo su horario laboral. Su alma y corazón estaban en una fase otoñal de melancolía, dejándose llevar por el tiempo, que cada día andaba más deprisa según iba cumpliendo años. Por la noche estuvo en un festival de cine de mujeres y allí encontró antiguas amigas de sus amigas con quien conversó después de un largo tiempo de no verse y anduvieron hablando de sus vivencias actuales, se reanudaron simpatías de antaño y un contacto  muy agradable de recordar , se habían visto poco, había una buena conexión y sintonía desde siempre, el misterio de la química y la complicidad que se daba en algunas personas en contadas ocasiones y que no tenía una explicación viable. Volviendo al recibimiento  de sus compañeras por la mañana no dudó que sentía una gran añoranza de estar con personas próximas que transmitieran algo más que una simple presencia con tendencia indiferente...ella sabía que que si estuviera en su estado eufórico del pasado todo hubiera sido distinto, la inquietud, la incertidumbre y el poder de manifestarlos eran repelentes que ahuyentaban hasta la incomodidad más que otra cosa y lo percibía perfectamente...el tiempo estaba allí, pasando y mostrando los desajustes entre búsquedas,  esperas, encuentros y desencuentros para paliar una soledad  latente tanto de las que  estaban acompañadas como las que no, al menos esto es lo que percibía. En un momento manifestó su preocupación por una alteración en la visión que le había afectado en la nitidez y claridad del campo visual, algo nuevo a lo que debería acostumbrase, era aprensiva y lo decía sin tapujos, sólo ante nuevos problemas de salud que no controlaba . Hacía muchos años que aparecieron las moscas volantes,  en su momento se preocupó pero después de ir al especialista se tranquilizó y dejo de hacerlo, lo mismo le ocurrió cuando tuvo el cáncer de mama, una vez superado no era más que una experiencia más vivida del pasado. Un tiempo atrás empezó a ver rayas luminosas, primero en uno de los ojos y más tarde en el otro, fue de urgencias  y le dijeron  que se trataba de un desprendimiento del vítreo, solo debía estar en alerta y cada vez que aparecían síntomas nuevos, por precaución debería acudir a un centro de urgencias para descartar lo peor, desprendimiento de retina, ya que corría el riesgo, era algo que le había venido muy de nuevo y la había pillado desprevenida, ahora se sentía un poco mejor porqué conocía dos personas que lo padecían y con ellas podía mostrar su preocupación y ante todo su comprensión, para ella era muy importante sentirse tanto comprendida como escuchada, sin intervenciones preconcebidas y afirmaciones para paliar aquello que no se tenía ni idea, por el hecho de no vivirlo en su propia piel, las mujeres que habían pasado por ello mostraban una preocupación similar y antetodo miedo de que volviera a suceder.  Después de llamar a varias amigas para ir al cine, ninguna se apuntó y decidió ir sola. Recibió una llamada de su hermano para decirle que todo estaba bien, sabía que detrás de esta llamada había un mensaje de atención, intuía que se trataba de soledad, ella también la sentía, cambió de planes, dejó la intención de ir al cine y le sugirió que salieran a pasear. Una vez en casa después del paseo, lloró por la tristeza de la sonrisa  de la niña del hospital, por la soledad de su hermano y por la suya propia. La perspectiva del dia siguiente se presentaba mucho mejor, concentración revindicativa por la mañana y teatro por la tarde, entre altos y bajos iba pasando la vida, los tambaleos emocionales eran tan evidentes como la fragilidad humana ante cualquier imprevisto o estado anímico, la soledad a veces era una opción  un poco complicada por sus ventajas y desventajas cuando lo habló con su hermano, muy asertivo, le dijo que así era la vida y que acostumbrarse a ella era lo que tocaba y no había que darle más vueltas.

jueves, 9 de octubre de 2014

Corazonada


Desde hacía  un tiempo  la vida le iba  otorgando a la vista  símbolos en forma de corazón... quizá  eran atisbos de predicciones para poner en alerta su intuición... o un mensaje  por descifrar; esto hacía sonreír a sus amigas  y algunas bromeaban acerca de ello,  hasta que una de ellas ironizando,  le sugirió que podría ser un preaviso de  infarto. Los símbolos venían en forma de rocas, de piedras de mar, de hojas o de cactus... La piedra simbolizaba la fuerza, la resistencia, dureza...las hojas, la fragilidad, lo efímero, lo circunstancial. Su deseo más esencial  era contactar con la buena gente que ella  definía propiamente de gran corazón  con una generosidad  a raudales sin fronteras de lo material y de  un amor a flor de piel palpable con hechos y actos, sensible y acogedor como la madre tierra...dar, recibir y compartir por el placer de hacerlo sin más ...El corazón  como motor de la vida humana y símbolo de la emoción, todo estaba por ver y percibir...de corazón a corazón.

Al otro lado del faro

 

 
 
 
 
En la vida, una senda larga o corta según se mirara, pero de una gran envergadura por el aprendizaje desde el comienzo hasta el fin, algunas veces  venía a transmitir algún mensaje encubierto, solo se precisaba el modo de  hallarlo, descifrarlo, reconocerlo y entender su sentido principal, ahí estaba el " quid de la cuestión". Esta vez había sido la visualización de un faro en la lejanía que se apreciaba en el otro lado de la mar, había unas cuantas leguas imprecisas de agua que la separaban del mismo indicador de tierra a través de la luz nocturna intermitente, situado en uno de los extremos del delta. A ella le fascinaban los faros y le hubiera encantado en algún momento de su vida trabajar y vivir en uno de ellos, un trabajo extinguido muy a su pesar junto  al reconocimiento de ser un sueño de los muchos irrealizables que se daban en la vida de las personas. Recordaba tanto una novela de Carmen Martín Gaite, " La Reina de las Nieves" como una película que se le  había olvidado del  título, cuyo  tema principal  en ambas, estaba centrado en uno de estos habitáculos marinos rodeados de agua, con sus vaivenes de quietud y temporal, abiertos desde un espacio del universo entre el cielo y la mar. En una  retirada otoñal imprevista, se encontraba en un  apartamento de La Ampolla con vistas al puerto y al mar , ahora había recuperado este privilegio especial de tomarse su descanso cuando ya casi todo el mundo trabajaba, se podía apreciar una vista preciosa del puerto y del mar, podía divisar la forma blanca y roja del indicador de luz, que se percibía en la distancia. Recordaba  unas cuantas lunas atrás, un día de invierno muy frío donde se encontraba al otro lado del faro, en el Delta y acompañada de quien pertenecía a la lejanía de un olvido bien merecido. Hizo la excursión por la arena hacía la torre  enorme blanca y roja en aquellos momentos sin luz, estaba reservada para los que navegaban allende los mares en la oscuridad de la noche. La excursión la fascinó y a pesar del frío hivernal lucía un sol espléndido, fue una experiencia muy gratificante, rompiendo la rutina triste de un devenir de desajustes silenciados de palabras y actos que solo podían  llevar a una ruptura anunciada sin vuelta atrás. Ahora desde la otra parte y pasado un tiempo prudencial, vivía en un estado de calidez con una temperatura llevadera, de paseos por tierra firme,  con una  vegetación frondosa, acantilados de rocas rojizas, la mar tranquila, ondeando formas  que la embellecían aun más con el reflejo de los rayos del sol por la mañana y la estela de la luna llena al anochecer, donde  peces saltarines que  parecían de lo más feliz  les daban la bienvenida a sus miradas de plenitud, al igual que  los colores de tonos rosáceos de una belleza muy apacible y reconciliadora, claro que la buena compañía de quien la había llevado allí era un regalo de lo más preciado y valioso que le  agradecía a la vida, una buena amiga de largos paseos,  con quien compartía: reflexiones, silencios y contemplación, una excelente persona que cumplía sus expectativas según sus deseos en la  actualidad  . Los barcos pesqueros volvían para ofrecer sus manjares marinos de los que ellas se alimentarían...atrás quedaba la distancia casi infinita del acercamiento del faro, la frialdad, la inestabilidad al andar sobre arena, los espejismos que no eran más que falsas expectativas de acercamiento, y después la vuelta, un largo camino de regreso a una monotonía que la llevaría a una insatisfacción tan interiorizada que aun estaba por manifestar...afortunádamente habían pasado muchas lunas, no era necesario contarlas, pero cada una de ellas era una celebración, por haber recuperado el equilibrio, la serenidad y libertad de un tiempo de grandes incertidumbres silenciadas por la prudencia de no saber decir lo que ella creía  y daba por sobreentendido, por justicia e equidad y sobretodo por respeto, si es que había amor, claro, ahora sabía que no, era inexistente, ya no tenía dudas de ello sencillamente porqué no habitaba en su interior, un egoísmo enfermizo lo había extirpado de raíz. El faro estaba allí a lo lejos y poco a poco en la distancia reconocía su belleza, la misma que habitaba en su interior  al menos así lo vivía, al igual que la de su querida amiga y por ello daba mil gracias, a la vida, a la mar y la buena compañía. El presente era de una paz muy deseada y gozada, no había nada más estimulante que la mirada al entorno, disfrutar de su afición preferida, la fotografía, y de  la buena sintonía ambiental, un paraíso cercano con unas calas preciosísimas, de aguas transparentes para ellas solas, nada tenían que envidiar a ningún paraje lejano caribeño ni de las islas.