miércoles, 22 de octubre de 2008

CUENTO DE OTOÑO



 


Hay un pequeño bosque perdido y escondido dentro de un núcleo urbano, donde allí se encuentran grandes árboles centenarios, hojas y ramas están tan entre lazados entre sí que es muy difícil identificar la separación de cada uno de ellos. La inmovilidad enraizada del tronco hace que el contacto de ramas y hojas sea el vínculo vital de unión que les da parte de vida, les hace sentirse vivos. De vez en cuando el viento les ofrece un ritmo suave de un movimiento acompasado, porqué así, las hojas se rocen una con otras, está es su manera de expresar su unión de contacto. Unas y otras se acarician y mientras existe este intercambio permanecen brillantes y verdes, llenas de vida, si esto no sucede, poco a poco van perdiendo su brillantez, se van secando, pierden color, y sin vida caen al suelo, después de un proceso de desintegración dejan de existir. En este bosque hay también un lago repleto de nenúfares, están tan juntos que es muy difícil ver un claro de agua, las hojas de esta planta acuática resplandecen también de brillantez y parece ser, que se debe al contacto permanente de unas con otras, y de esta unión colectiva amorosa surge un regalo visual para todos aquellos que transitan por el parque, “ las flores de nenúfar”, tienen una fragilidad extrema, mientras permanecen juntas, resplandecen exuberantes, pero si alguien se atreve a arrancarlas y separarlas de su entorno, se marchitan, y pierden su belleza inmediatamente. Cuando la gente pasea por el parque y ve las hojas caídas, y los claros de agua, piensan que ha llegado el otoño, pero nunca imaginarán que la verdadera explicación está en la pérdida del roce, este y no otro, es el único motivo de su transformación de cambio de color, de su caída y muerte, quizás… por una separación involuntaria…por esto al otoño se le llama la estación de la añoranza.

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