Dormía en un lecho de algas
acompañada de conchas enamoradas,
cansada de mar, de olas y de rocas
se desprendió de escamas
Un amanecer le pidió al sol
que la acercara a la orilla de la playa
con la promesa que al atardecer
volvería a su hogar marino.
Anduvo paseando por la orilla
regalando miradas y sonrisas
en los ojos llevaba un poco de mar
en la sonrisa la sal, y en su piel
los tonos rojizos del ocaso...
Una mujer quedó prendada de su belleza
pasó largo tiempo esperándola, no volvió.
De vez en cuando regresa a la misma playa
a la misma hora, y justo al atardecer,
cuando el sol cruza el horizonte, recuerda
con nostalgia la sonrisa de su mirada
y es en el olvido donde reside su añoranza.
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