Se encontraba en las cercanías del hospital donde durante veinte largos años se había visitado en la sección de oncología, afortunadamente ya le habían dado el alta y ya no debía de asistir a las visitas de control anual según el protocolo establecido. Pasó delante de una floristería y sin pensarlo y de improvisto ya se vio comprando veinte rosas rojas; de manera espontánea le había venido una idea que no quería reprimir. El hecho de que pasara por allí era fortuito, ya que se dirigía a casa de una amiga que vivía muy cerca del hospital, para prestarle unas botas de montaña que le había pedido la misma noche anterior. La amiga le rogó por favor que recogiera las llaves en casa de su madre y que llevara el calzado a su casa pues ella tenía mucho trabajo y no estaría en todo el día y además se marchaba muy pronto de excursión, no disponía de tiempo de comprarse unas ni tampoco de recogerlas ni desplazarse.
Pagó las preciosas rosas rojas aterciopeladas y perfumadas con tarjeta visa y se dirigió al hospital a la consulta de la doctora con la que se había visitado de manera anual estos veinte años. Esperó que saliera la última visita y cuando se fue, llamó a la puerta y entró con su espectacular ramo de rosas. La doctora la miró con un gesto de extrañeza y sorprendida dijo:
-" Vaya, vaya, hoy si que no la esperaba...¿ Ya no se visita aquí, verdad?"...¿ y estas preciosas rosas rojas?...
- " Le parecerá extraño doctora pero no he venido expresamente, pasaba por aquí y he pensado en usted, me ha invadido una pequeña crisis de nostalgia acompañada con una inmensa gratitud y no he podido evitar el impulso y ahí me tiene. Cada rosa simboliza uno de los veinte años de cada visita. El perfume representa la admiración por su gran profesionalidad, las espinas, el miedo que pasé antes de conocer el resultado de las pruebas, los pétalos aterciopelados, por la delicadeza en que finalizaba el reconocimiento con un suave deslizamiento de manos desde la cabeza hasta los piernas y también por las palabras cercanas que cada año me repetía al despedirme..." Hágame un favor: viva la vida, tiene motivos para ello". La doctora se levantó de su asiento de trabajo, se acercó, cogió las flores con una sonrisa que manifestaba agradecimiento y sorpresa, las puso encima de una repisa cerca de la ventana donde entraba claridad de sol y volvió para darle un abrazo muy cercano. Miró el reloj y al mismo tiempo decía..." Ya no tengo más visitas hoy, si me permite la invito a tomar lo que le apetezca". Se quitó la bata, la cogió del hombro y salieron a la calle ambas con una expresión de alegría compartida por un encuentro inesperado. Se dirigieron a un bar próximo al hospital, se sentaron cerca de una ventana donde daba el sol y empezaron a hablar. La paciente le contó de como vivió sus primeros y duros momentos ante la noticia de un cáncer a una edad temprana de su vida. La doctorara acercó sus manos a las suyas mostrando su apoyo y empatía. Ambas rieron cuando la paciente le contó de como el cirujano que le había extirpado el tumor canceroso le recomendó que fuera al hospital donde había una de las mejores oncólogas de España y se atrevía a decir de Europa, pero tenía fama de ser una persona muy rígida, estricta y autoritaria, motivo por el cual los demás doctores, especialistas y personal sanitario la temían, debido a esta autoridad y exigencia sin ocultar su admiración por la gran profesionalidad, reconocimiento e integridad. La doctora, sonreía sin hacer comentarios, dando a entender que era consciente de los mismos y que era su manera de implicarse con coherencia ante la gravedad de muchos de sus pacientes que venían a ella y para agilizar las pruebas que precisaban. Al salir del bar tomaron la misma dirección y la paciente le dio a entender que no le gustaba nada entrar en una casa que no era la suya, la doctora que no tenía prisas y sabía que era poco tiempo se prestó a acompañarla. Entraron en la casa de la amiga que estaba trabajando, se quedaron muy quietas, se miraron y se fundieron en un abrazo, se volvieron a mirar a los ojos y se besaron, se volvieron a abrazar y a besar por el impulso improvisto de una emoción compartida, siguieron en contacto, cuerpo a cuerpo, corazón con corazón y con los ojos muy brillantes por la misma emoción, persistieron en el abrazo de cercanía, intenso, profundo y sincero.
Dejó las botas en el salón y las dos salieron cogidas por la cintura sin pensar en nada que las reprimiera. La doctora se quedó en la puerta del hospital, con una sonrisa ancha le dijo..." Le voy a pedir un favor...Viva la Vida, tiene motivos para ello y si vuelve que sea por una visita cordial con o sin flores, pero nunca como paciente, muchas gracias por la grata sorpresa inesperada y por los regalos recibidos, hoy ha sido una gran día poco habitual en mi profesión".
Pagó las preciosas rosas rojas aterciopeladas y perfumadas con tarjeta visa y se dirigió al hospital a la consulta de la doctora con la que se había visitado de manera anual estos veinte años. Esperó que saliera la última visita y cuando se fue, llamó a la puerta y entró con su espectacular ramo de rosas. La doctora la miró con un gesto de extrañeza y sorprendida dijo:
-" Vaya, vaya, hoy si que no la esperaba...¿ Ya no se visita aquí, verdad?"...¿ y estas preciosas rosas rojas?...
- " Le parecerá extraño doctora pero no he venido expresamente, pasaba por aquí y he pensado en usted, me ha invadido una pequeña crisis de nostalgia acompañada con una inmensa gratitud y no he podido evitar el impulso y ahí me tiene. Cada rosa simboliza uno de los veinte años de cada visita. El perfume representa la admiración por su gran profesionalidad, las espinas, el miedo que pasé antes de conocer el resultado de las pruebas, los pétalos aterciopelados, por la delicadeza en que finalizaba el reconocimiento con un suave deslizamiento de manos desde la cabeza hasta los piernas y también por las palabras cercanas que cada año me repetía al despedirme..." Hágame un favor: viva la vida, tiene motivos para ello". La doctora se levantó de su asiento de trabajo, se acercó, cogió las flores con una sonrisa que manifestaba agradecimiento y sorpresa, las puso encima de una repisa cerca de la ventana donde entraba claridad de sol y volvió para darle un abrazo muy cercano. Miró el reloj y al mismo tiempo decía..." Ya no tengo más visitas hoy, si me permite la invito a tomar lo que le apetezca". Se quitó la bata, la cogió del hombro y salieron a la calle ambas con una expresión de alegría compartida por un encuentro inesperado. Se dirigieron a un bar próximo al hospital, se sentaron cerca de una ventana donde daba el sol y empezaron a hablar. La paciente le contó de como vivió sus primeros y duros momentos ante la noticia de un cáncer a una edad temprana de su vida. La doctorara acercó sus manos a las suyas mostrando su apoyo y empatía. Ambas rieron cuando la paciente le contó de como el cirujano que le había extirpado el tumor canceroso le recomendó que fuera al hospital donde había una de las mejores oncólogas de España y se atrevía a decir de Europa, pero tenía fama de ser una persona muy rígida, estricta y autoritaria, motivo por el cual los demás doctores, especialistas y personal sanitario la temían, debido a esta autoridad y exigencia sin ocultar su admiración por la gran profesionalidad, reconocimiento e integridad. La doctora, sonreía sin hacer comentarios, dando a entender que era consciente de los mismos y que era su manera de implicarse con coherencia ante la gravedad de muchos de sus pacientes que venían a ella y para agilizar las pruebas que precisaban. Al salir del bar tomaron la misma dirección y la paciente le dio a entender que no le gustaba nada entrar en una casa que no era la suya, la doctora que no tenía prisas y sabía que era poco tiempo se prestó a acompañarla. Entraron en la casa de la amiga que estaba trabajando, se quedaron muy quietas, se miraron y se fundieron en un abrazo, se volvieron a mirar a los ojos y se besaron, se volvieron a abrazar y a besar por el impulso improvisto de una emoción compartida, siguieron en contacto, cuerpo a cuerpo, corazón con corazón y con los ojos muy brillantes por la misma emoción, persistieron en el abrazo de cercanía, intenso, profundo y sincero.
Dejó las botas en el salón y las dos salieron cogidas por la cintura sin pensar en nada que las reprimiera. La doctora se quedó en la puerta del hospital, con una sonrisa ancha le dijo..." Le voy a pedir un favor...Viva la Vida, tiene motivos para ello y si vuelve que sea por una visita cordial con o sin flores, pero nunca como paciente, muchas gracias por la grata sorpresa inesperada y por los regalos recibidos, hoy ha sido una gran día poco habitual en mi profesión".
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