Había una vez una princesa que llevaba muchos años viviendo en un cuento junto a un príncipe. Empezó a sentir cierta nostalgia y melancolía de algo que no alcanzaba a definir. Quizá la rutina, la falta de sentido, de ilusiones nuevas, el hecho de que nadie cercano le reconociera sus valores, o la falta de motivación por razones desconocidas. Este hecho motivó que sintiera unas ganas enormes de cambiar de cuento, ya que así sería una manera de renovarse y renacer de nuevo e investigar la manera de sentirse bien, al menos mejor de como estaba . Partió hacía cuentos desconocidos, entró en otros no tan diferentes donde había príncipes diversos, ninguno de ellos era apetecible y en todos hallaba similitud con el suyo propio con el que había convivido desde tiempos inmemorables. Después de entradas y salidas , entre cuento y cuento por casualidad o por azar un día le sorprendió encontrar uno donde curiosamente solo habitaban princesas. Nunca se le había pasado por la mente que un mundo de princesas pudiera existir. De entrada notó un bienestar desconocido, empezó a sentir mucha confianza y un aura de ternura la envolvió. Todas le dieron la bienvenida, la empezaron a ofrecer halagos, la llenaron de abrazos, sonrisas y se percató que la suya era una de las más hermosas, mirándose al espejo o bien en el reflejo de las otras miradas de sus nuevas amigas y colegas de rango. Las había de todas las edades incluso de la suya y mayores. Le extrañó que la mayoría no precisaban de la figura de ningún príncipe, ni lo tenían como referente ni como compañero. Una de las princesas se le acercó y poco a poco fueron creando lazos de amistad, empezó a sentirse feliz y muy cómoda, dejando atrás dependencias y complejos de los que no se sentía nada bien y que no eran más que opiniones de príncipes cercanos vanidosos por el poder cedido, nada más que por costumbres y rutinas muy arraigadas sin saber de donde venían. Decidió que este era el cuento en el que quería quedarse, donde por fin halló su casi perfecto hogar. Pero al poco tiempo el príncipe de su primer cuento se percató de su pérdida y no paró hasta dar con ella, utilizando todas las estrategias conocidas para que volviera a su primer hogar, le trajo flores de sus jardines, le rogó que no podía vivir sin ella, que la necesitaba que era una parte de él lo mismo que ella . La princesa se puso muy triste, no quería sentirse responsable de una alma en pena y muy a su pesar, claudicó. Como las otras princesas eran muy respetuosas ante la libertad de cada ser, ninguna puso objeción alguna , ya que solo ella era la que tenía que decidir por su vida, sacaron sus pañuelos de colores y con lágrimas por tan preciada renuncia, apenadas por la decisión tan dolorosa la dejaron marchar, recordándole de ante mano la posibilidad que siempre sería muy bienvenida a su reino, donde lo femenino era la base del respeto, el contacto, la libertad de decisión sin ataduras ni posesiones, la ternura y el reconocimiento de los valores de cada una de ellas que constantemente se esforzaban en manifestar para que ninguna lo olvidara jamás, el valor de lo propio reconocido, no era más que el camino a la libertad escogida, según una elección incondicional.
jueves, 8 de marzo de 2012
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