El gato enfermizo de maullido quejumbroso ya no estaba, así como el sufrimiento compartido cuando la impotencia se convertía en un dolor punzante en cada latido acompasado de unos corazones tristes al unísono. Como única presencia y compañía, unas lágrimas tibias que acariciaban un rostro y llevaban como reflejo el reciente recuerdo de un tenue maullido como un susurro apenas perceptible y una imagen escuálida de tonos blancos y rubios. Cogió una estrella de mar roja, unos pétalos de flores secas del balcón, justo cerca de la silla donde solía descansar el gato, añadió también una barrita de incienso con perfume de jazmín y junto con una imagen del felino bondadoso , encendió una vela e hizo un altar a su manera , puso un CD de Sade, cerró los ojos y dejó fluir toda la pena en un llanto silencioso como ofrenda de gratitud por el tiempo compartido...lo imaginó en una nube, liviano de peso y sin dolor, un alma libre renacía en el espacio infinito buscando la luz, eligiendo la estrella que le correspondía ser.