sábado, 29 de agosto de 2015

El atardecer le mandó un leve tono de luz rojiza a través de la ventana y a la vez parecía   insinuar que la presencia de luna estaba muy próxima a iluminar el inicio de la noche. Un buen comienzo para salir de nuevo caminando lentamente en su busca. Una vez en la calle subió las escaleras, una a una, poniendo la atención en las dos muletas y justo al mismo tiempo apoyando la pierna quebradiza, parecía que recuperada aunque no lo suficiente para sentir seguridad de desplazamiento. Llegó a paso muy lento al barrio de casitas con jardín junto al parque y allí la esperaba, redonda, grande y rojiza con la sensación que le sonreía y que se alegraba al verla de nuevo después de dos meses de ausencias. Posó, como lo hacia en cada cita, mientras se iba elevando tan despacio como su lento caminar, se escondió entre las hojas de los árboles, entre los chorros de agua de la fuente y finalmente detrás de alguna nube, después de la complicidad mostrada, las dos decidieron que por ser la primera salida de su estado de convalecencia, era cuestión de retirarse. De vuelta a casa pensó en que su próxima cita la tenía con la mar y no podía esperar mucho tiempo, quizás cuando dejara una de las muletas sería el momento más propicio.

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