Se había desplazado a una ciudad de otra comunidad cercana para ver una obra de teatro freudiana. Se sentó en la primera fila, justo en el extremo que daba al pasillo. Le llamó la atención ver que en la madera de dicho asiento, parecía de cerezo, había gravado un nombre, quedó impresionada al verlo era de alguien que no conocía pero le despertaba un interés muy especial, por su originalidad. Al cabo de un momento los actores de la obra fueron situándose en cada uno de los asientos de la fila que ella ocupaba. Por detrás del pasillo antes de que se apagaran las luces apareció la mujer cuyo nombre estaba gravado en la madera rojiza. Iba en una silla de ruedas y le acompañaban dos guardianas. Se percibía en cada una de ellas un aura dibujada en sus espaldas en forma de alas y en los ojos una luz tan chispeante como resplandeciente. Cuando se cruzaron la miradas con la mujer que iba en la silla de ruedas, una luz potente afloró, despertando sentimientos muy internos adormecidos, quedó como hipnotizada, era un cúmulo de ilusión,deseo, pasión y una ansia de tocar aquellas manos que parecían afectadas de alguna enfermedad pero el tacto era de una calidez desconocida, no podía dejar de mirar estos ojos que emanaban brillantez y mucho amor y lo mismo que acariciar aquellas manos que desprendían toda la ternura del mundo . Las guardianas sonreían, cantaban y bailaban era un entorno de un bienestar absoluto...antes de cerrarse las luces se citaron en un pueblo en lo alto de una montaña, allí volverían a reencontrarse para revivir de nuevo este hechizo mágico, corto pero de una intensidad indescriptible, la que sólo se vive en un sueño de aquellos en que una no querría despertar.
jueves, 17 de marzo de 2016
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