lunes, 15 de mayo de 2017





Es una gran suerte y privilegio vivir en el barrio donde has nacido y además donde también han vivido cuatro generaciones que yo sepa, no sé si alguna más. La gente, los que hemos optado por quedarnos, nos conocemos desde siempre, como si de un pueblo se tratara. El otro día iba pensando en mi primer y gran amor de adolescencia, cómo es de mi barrio y como yo misma no nos hemos movido y andamos saludándonos toda una vida, y, aunque sólo cruzamos algunas palabras, el hecho de vernos de vez en cuando, era importante para mi, romántica y nostálgica hasta la médula. Hacía bastante tiempo que no sabía nada, pregunté y nadie supo contestarme, me preocupé, pasé por delante de su casa paseando algunas veces, y no me atreví a llamar. Por fin en el bar más antiguo de la plaza nos encontramos, nos saludamos y no me privé de acercarme y darle un par de besos y explicarle la extrañeza de no verle en todo este tiempo. Con una gran sonrisa y un humor de siempre característico de su personalidad atrayente, me dijo:- "no me muerto aún y que yo sepa en mi casa sigue habiendo timbre, tan fácil como eso".
A veces los prejuicios no nos llevan a ninguna parte y el atrevernos a hacer un gesto o no hacerlo, pues nos evitaría algunos malos pensamientos, sacarnos de dudas y sufrimientos sin sentido por el hecho de no actuar.

No hay comentarios: