martes, 19 de agosto de 2014

CADAQUÉS



 
 
 
 
Sin esperarlo la llamó una buena amiga invitándola a pasar unos días a Cadaqués. Fue una sorpresa de lo más gratificante. Realmente mantener un círculo de amistades a través de los años era algo muy valioso de lo que debía sentirse orgullosa, satisfecha y feliz. Una cosa era vivir en soledad  haciendo lo que le apetecía sin alteraciones externas que  perturbaran su equilibrio biorrítmico y otra era sentirse sola que bien seguro   hubiera sido   algo   muy triste y deprimente. En Cadaqués disfrutó de lo lindo y descubrió un paraje preciosísimo situado al parque natural de Cap de Creus, donde años atrás había  pertenecido a un club privado de origen francés. El día estaba nublado y la tramontana soplaba con fuerza. El viento pintaba de espuma blanca el agua azul, y las rocas de diferentes tonalidades y formas eran  un espectáculo visual de una belleza exuberante, toda una exposición de arte natural en un espacio que daba la sensación de pertenecer a otro planeta o ser el fin de la tierrra. Fue una velada espectacular compartida con sus amigos, buena gente,  con la que pasó unos días muy agradables y en muy  buena compañía, lo mejor que le podía suceder...Una semana antes otra amiga la había invitado a la fiesta mayor de un pueblo costero, también vivió unos días de color, fuegos, bailes y paseos cerca del mar con baños incluídos y así iba pasando el verano recuperándose poco a poco de una mala racha que ya iba pasando y saboreando el privilegio de todo lo que tenía que no era poco. Quien tiene un amigo tiene un tesoro y ella tenía y poseía una gran fortuna a estos niveles y se sentía tanto privilegiada como agradecida. El contacto con la naturaleza, el mar y las buenas amistades era todo lo que podía desear y llenar su corazón ahora mismo repleto de armonía y paz.
 
 

 
 
 

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