Se despertó con una sensación otoñal de nostalgia, envió una wassap a alguien que no le contestó, dedujo que no lo había visto, a ella le solía sudecer y alguna vez le había causado algún problema relacional. A pesar que el tiempo clamaba lluvia salió a caminar, le apetecía. Recordaba una película que había visto días atrás en casa: Séraphine, de Martín Provost. la protagonista era una mujer de la limpieza que en sus ratos libres pintaba y tenía un contacto directo con la naturaleza, donde se inspiraba y mantenía una comunicación muy especial con ella . Un marchante alemán se interesó por su obra, le compró una de sus pinturas florales y la invitó a seguir pintando, muy interesado en su nuevo descubrimiento. En un momento de la película, Séraphine descubrió al hombre triste llorando, al poco rato, le dijo que saliera fuera, que hablara con las flores, el agua y los pájaros, que abrazara a los árboles y así se le iría este estado de melancolía, ella así lo hacía. Justamente había sentido la misma sensación que la protagonista de la película, podía ver , sentir y percibir la lluvia en cada una de las gotas depositadas en las flores y las hojas rojizas y amarillentas que mostraban el inicio de otoño, la estación de recogimiento y reflexión... Una vez en casa, el sonido del agua amenizaba la tarde e invitaba una velada tranquila de lectura, música y silencio, tan solo el murmullo del goteo, y más tarde subido a tono de aguacero, un sonido de lo más apacible acompañándola en su soledad y poco a poco se iba adaptando a ella con la flexibilidad de asumirla como una elección de personal de libertad y autenticidad.
domingo, 28 de septiembre de 2014
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