Miraba y al mismo tiempo guardaba la copa de cristal tan antigua como bella y única de la colección. Lo hacía con una delicadeza femenina exquisita...sin saber porqué tropezó y el pequeño tesoro admirado unos segundos antes se le fue de las manos y cayó al suelo en mil pedazos cortantes e hirientes. No podía entender el destino de las cosas. De sopetón una ilusión perdida se esfumó ante su mirada sorprendida. Recordó que una noche estrellada en pleno desierto ansiaba contemplar las estrellas al lado de quien amaba tiernamente el deseo quedó hundido en un pozo de frustraciones cuando se encontró sola, con la mano tan fría como la arena del desierto al anochecer, no hubo ninguna estrella fugaz, tan solo una lágrima tan desapercibida como simulada, quizás nunca se volvería a repetir una ocasión para revivirla con la intensidad de aquel deseo anhelado, delante una mujer y un guía cogidos de la mano sonreían al universo sin percatarse de nada ni de nadie.
lunes, 10 de marzo de 2014
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