lunes, 24 de marzo de 2014

madurez femenina colectiva


En una reunión de amigas que poseían la madurez del tiempo por las múltiples experiencias y por haber compartido vivencias, tristezas, rupturas y transformaciones varias. Una de ellas expuso a una recién separada que podía rehacer su vida amorosa de nuevo.La susodicha enseguida saltó diciendo que ni hablar del peluquín, había quedado tan saturada  y harta de tanto  sufrimiento comprimido en los últimos meses por   la falta de confianza, dejadez en todo lo referido a las tareas de la casa, también   la poca consideración  y faltas  de atención y sensibilidad  por un estado de salud frágil que padecía circunstancialmente ( llegando a las tantas cada día y acostándose sobre la una de la madrugada cada noche con mensajes de móvil incluídos, a horas intempestivas)... Negó y renegó que en su casa y en su corazón ya no tenían cabida para nadie. Una de las amigas insistió que al pasar el tiempo podría  cambiar la situación  y compartir: sueños, ilusiones y un proyecto de vida positivo con visiones de futuro  con alguien que la amara y valorara como realmente se merecía y que no tenía que ser tan contundente. Entonces tras escuchar estas bonitas palabras, dudó y pensó que sonaba muy bien lo de compartir sueños e ilusiones. Algo había aprendido de su última experiencia amorosa,un tanto extraña desde el principio hasta el fin, donde el factor primario predominaba como number one en toda la relación, una actitud masculina desconocida hasta el momento  y que no  permitiría que se repitiera jamás de los jamases . Lo que realmente tendría que prevaler era  quererse y a saber decir, no y no, y no aguantar tanto, ahora pensaba que era muy difícil, pero quizás no imposible. Tendría que pasar mucho tiempo para madurar su estado actual y mantenerse en forma disfrutando de la recién estrenada libertad, soledad, tranquilidad y equilibrio de la no preocupación por nadie que no fuera ella misma, en estos momentos la mejor de las mejores en su mundo emocional y  también de  su dulce y bonito hogar, ahora sí que se cuidaba de verdad, sin cansancio ni fatiga, ni ansiedad  y sin ningún factor externo que pertubara su estado anímico. Tenía la mala costumbre de satisfacer a los demás antes que a ella misma y así le había ido, ante la prudencia y la frescura siempre saldría perdiendo la primera, tan seguro como una operación matemática. ( prudencia+frescura= frescura al cuadrado) y de esto no tenía nada que decir, ya que en la carta de presentación se lo expuso claramente sin tapujos.

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