martes, 8 de abril de 2014

Jornada de sol y mar




Desde que vivía sola ya no se sentía cansada y con el buen tiempo que hacía no tenía ninguna intención de encerrarse en casa justo al empezar la tarde. El lunes fue a los cines Verdi y vio dos películas con nombre de mujer. Ida y Jakie, las dos muy buenas y además muy bien interpretadas, una triste y otra más alegre aunque con toques de una tristeza real, como la que ella vivía, sin una pena dramática,   el guión era muy original y la vivió desde una emoción muy cercana. Curiosamente la protagonista vivía en una autocaravana, justo la gran ilusión que la acompañaba siempre en una visión de  proyecto de futuro. Disfrutó muchísimo de la película. Ir al cine suponía evadirse de todo para concentrarse en historias ajenas, una buena terapia de superación o sencillamente de distracción, salirse de la realidad para entrar en una ficción, por unos momentos vivir y sentirse en la piel, vivencias y emociones de otras personas, siempre había algo que aprender. El día siguiente amaneció con niebla y frío, pero a la hora de salir del trabajo hacía un día espléndido con mucho sol y sin una nube, se dirigió a la playa, primero en metro y después con el bicing. Aquello era una bendición del cielo, tan azul como el mar y con poca brisa. Se dio el primer baño de mar, el agua estaba limpida y transparente y muy  quieta, una calma que transmitía armonía y paz, había poca gente. Hizo una buena sesión de relax que le sentó de maravilla, respiraba al ritmo de las olas que apenas se percibían en la orilla, como susurros  de voces cálidas en forma de melodía trifónica de arena, agua y sal. El hecho de disponer del tiempo y de libertad hacía posible improvisar sin pensar y actuar según el deseo del momento, vivir el presente con toda la intensidad, cuando se vestía para regresar, se encontró al lado del pareo en la misma arena, un resto de caracol, era algo que se veía poco y traía suerte, le gustaba creer en esta simbología, se alegró y pensó que todo iría bien. De vuelta a casa al momento de aparcar la bici justo en la estación del metro , la llamó un amigo, y quedaron para tomar una cerveza. Vio en una librería el título de un libro..." La Vida Comienza Hoy"de Douglas Kennedy. Pensó que lo leería, y que realmente la vida podía empezar en cualquier   ocasión según se salía de estados anímicos bajos, a veces un pequeño detalle te daba la fuerza para renacer de nuevo ante una crisis de identidad o de valores. Una sonrisa, palabras cariñosas de alguien querido, una mirada especial de alguien muy concreto que te hacía sentir que seguías viva y atractiva, en fin una dosis de auto estima que nunca estaba de sobra ni de más. Finalizó la jornada en el gimnasio,y después con la natación. Salió nueva. En casa y después de una cena frugal puso una música suave, y ya bien relajada del todo se acostó, leyendo antes de dormir un poquito y dejarse llevar por este estado inconsciente y reparador. "Buenas noches y felices sueños" se dijo a si misma





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