El domingo por la mañana muy temprano topó con una serie de energúmenos con aspecto de machos ibéricos, todos llevaban una jaula pequeña bien tapada con pequeños pájaros cantores encarcelados. Un maltrato como otro de estos humanoides con escasas neuronas y con una presencia bastante desagradable donde se percibía una gran ignorancia emocional y de la intelectual casi no había dudas que poseían la misma carencia. En las grandes acacias se podían oír los pájaros libres que cantaban allí donde les pertenecía estar. Cogió la bicicleta y llegó hasta la mar. Por fin el sol había despejado las nubes del cielo y a pesar del viento hacía una día muy claro y muy luminoso. Se acercó al agua pero estaba demasiado fría. Encontró nuevas piedras en forma de corazón que llevó a casa añadiendo a una colección iniciada, le faltaba alguna muy antigua que alguien se había llevado sin su permiso, también había regalado otra por error, el significado era totalmente ajeno y no lo merecía. Ahora la colección era suya y curiosamente allí donde iba siempre iba encontrando alguna que otra piedra acorazonada.
Por la tarde visitó el Turó parc, un parque verde con un gran lago lleno de nenúfares, había peces, ranas y tortugas ,y pájaros libres que reposaban en las hojas de las plantas acuíferas, en estos momentos el contacto con la naturaleza le transmitía paz y tranquilidad no había nada tan regenerador, poco a poco iba saboreando la soledad, la libertad, el tiempo y el espacio, todo a su ritmo, los días eran muy largos y podía disfrutar de la ciudad, donde miles de personas venían de diversas partes del mundo para visitarla. Estaba enamorada de ella y creía que era todo un privilegio, no era necesario ir lejos, lo abarcaba todo y siempre había algo nuevo por descubrir.
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