lunes, 16 de junio de 2014

Convalecencias

 
 
Entre la recaída del gato y la convalecencia de su ama un aura de angustia envolvió la primera noche de la salida del hospital. Quiso llorar, no pudo, lo intentó, no había nada que hacer y esto significaba opresión en el pecho y un nudo en la garganta. La fragilidad ante cualquier alteración de la salud era evidente y mostraba la debilidad de cualquier ser indefenso, finalmente se quedó con  la resignación de la espera y lo que fuera sería, no había otra.
Después de una noche de insomnio y preocupación amaneció un poco más animada. Por la mañana llamó la veterinario, como no podía desplazarse le ofrecieron solo la alternativa de hospitalización y de venirlo a buscar a casa. Se puso seria, dijo que la intervención no había tenido éxito y que no pensaba pagar ningún euro más, si no había solución había que tomar una decisión por muy dolorosa que fuera, ellos ya se desentendían. Puso una vela y pensó que esperaría la evolución del felino con un problema muy serio y reiterativo. Puso música clásica y meditó pensando en la sanación y en la serenidad de tomar la decisión definitiva en el peor de los casos.
Milagrosamente el gatito mejoró y ahora solo cabía pensar que siguiera así. También ocurrió algo inesperado el impago pendiente se saldó , seguramente por su insistencia, por fin descansaría y el círculo se iba cerrando con la correspondiente justicia de un acuerdo explícito. La segunda parte del duelo, la peor ;la rabia, se iba diluyendo, sabía de antemano que era una parte dolorosa y auto destructiva, fatídica para quien la padecía y que había que superar esforzándose por ello. En la vida había muchas pérdidas y por lo tanto muchos duelos, todo dependía de la actitud y el modo de vivirlo según el carácter de cada cual. Había nacido con una tara en el corazón padecía " fragilidad emocional" y con una sensibilidad extrema crónica y tenía que vivir con ella hasta al final de su vida, solo tenía que protegerse y no dejar entrar en su vida a personas  opuestas en la emoción, nunca más tenía que ocurrir, tenía que estar en alerta máxima, ante la duda puerta y corazón bien cerrados.


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